Esta es una edición especial de la sección Alalimón, ya que voy a hablar de la novela "La carne", de Rosa Montero, y no de ninguna película como acostumbro en esta sección.
La reseña de la novela la hará mi compañera Kirke que sí ha leído la novela (yo aún no). Aquí tenéis su post.
¿Y qué haré yo? Como tuve el inmenso placer de escuchar a la propia Rosa Montero en la presentación de su novela en una interesantísima charla que ofreció y a la que asistí, trasladaré aquí todo lo que dijo, tanto sobre su obra, como sobre otros temas como la vida, el amor, los sueños, la juventud, la vejez y la muerte, ya que todas las frases que pronunció son dignas de ser recopiladas.
Tiene, pues, sentido que hagamos este Alalimón, para poder compartir todo con vosotros, centrándome yo en esas otras cuestiones (muchas de ellas personales de la propia autora) que rodearon a la presentación del libro.
Para empezar diré que me pareció una mujer fascinante, con mucha labia, enorme poder de convicción, un rico lenguaje y muy buen humor.
Ella comenzó plantéandose "si la vida no ha sido un fracaso total". Me parece tan fuerte esta afirmación que, ahora que han pasado días de la charla, dudo si hablaba en primera persona o se refería a la protagonista de su novela de la que luego hablaré.
Inmediatamente hizo referencia a que, al final de la novela pide al lector que no vaya contando "de qué va", ya que tiene un componente muy fuerte de inquietud y suspense y considera fundamental no "destriparlo".
Hizo hincapié en que ya existe una 'convención' sobre esta cuestión, la de no desvelar más de lo necesario de una obra literaria, y que, por lo que escucha en los círculos en que se mueve, le congratula que, en general, se esté respetando. La verdad es que esto es digno de tener en consideración.
Ella, Rosa, define al cerebro como un "afanoso tejedor de incertidumbres" y dice que esta novela intenta mimetizar esto.
Teniendo en sus manos la novela, se afanó por leer esta frase de la misma: "la vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias, lo que no has vivido y lo que no vas a poder vivir".
Y, en consonancia con ello, afirma que para ella la melancolía "es la percepción de la belleza con el conocimiento de que va a acabar. Porque el tiempo existe, la belleza es triste; es ese temblor de vivir las cosas y saber que desaparecerán".
A mí, en particular, este pensamiento me parece extraordinario.Contó cómo surgió el título "La carne". Veréis: a ella se le suele ocurrir cómo titular a sus creaciones cuando lleva un tercio de las mismas. En el caso que nos ocupa le pareció tan sugerente el título que no creía posible que nadie lo hubiera utilizado antes, pues lo considera "necesario, sencillo y elemental". Con mucha gracia, dijo que se lo calló para que no se lo "robaran".
A propósito de la carne, habló con vehemencia de "esa carne que nos aprisiona, que envejece, que mata, que roza la gloria a través del deseo y el sexo". Es fantástico porque, según ella, es la carne que nos hace sentir eternos en los momentos en que nos ataca la pasión. "Es la maravillosa carne animal que hace que nos sintamos vivos cuando vemos un rayito de sol", añadió.
Continuó diciendo que todos venimos al mundo con un YO ENORME E INMENSO, llenos de deseos y que en dos parpadeos pasa media vida, y en dos parpadeos morimos, y en dos más muere la siguiente generación. Es como una burla de la vida. Citó a Nietzsche al decir esta frase: "el amor es un señuelo de la especie".
El ser humano olvida que es mortal y se olvida de esa condena a muerte que tiene.
Pero cree que a los novelistas les es más difícil olvidar el paso del tiempo. Ella misma, con diez años, recuerda que se decía:
"Mira, Rosita, qué tarde tan bonita. ¡Disfrútala porque luego corriendo corriendo estarás esta noche en la cama durmiendo, corriendo corriendo estarás mañana en el colegio, corriendo corriendo se habrán muerto tus padres, corriendo corriendo te habrás muerto tú!" y exclamó: "¡Con diez años me decía eso!” .
Eso le ha hecho ser consciente del paso de la vida y es lo que le hace vivirla a bocados.
Cree firmemente que la realidad no es solo lo tangible, sino que los sueños también lo son y que las novelas son como los sueños, llegando a afirmar que cuando ella recuerda algo, no sabe muy bien si lo ha vivido, soñado, imaginado o escrito.
También habló de la crisis de los 40 en las mujeres, de que las mujeres seguimos siendo machistas y de la presión que sufrimos por ser madres. Al respecto contó como anécdota que, en una mesa redonda con 4 mujeres científicas de la Universidad de Navarra, una de ellas habló de lo complicado que era ser madre y científica y que el día que dejó a su hijo en la guardería se fue llorando...¡pero de alegría!
También habló de la crisis de los 40 en las mujeres, de que las mujeres seguimos siendo machistas y de la presión que sufrimos por ser madres. Al respecto contó como anécdota que, en una mesa redonda con 4 mujeres científicas de la Universidad de Navarra, una de ellas habló de lo complicado que era ser madre y científica y que el día que dejó a su hijo en la guardería se fue llorando...¡pero de alegría!
Y confesó que, en cualquier acto social, ante la pregunta de si (ella o cualquier otra mujer) tiene hijos, parece que el mundo se detenga y se haga el silencio a la espera de una explicación o justificación, y que no le gusta nada ese estereotipo. Ni a mí.
Centrándose un poquito ya en la novela, presenta a su protagonista, Soledad Alegre y, a propósito de ella, habla de cómo convertir la vida en un disparate, del miedo a perderse en la vida y de que el sentido del humor resulta consolador.
Un dato curioso es que averiguó que un gigoló cobra 600 € por 5 horas, y es que en la novela aparece uno junto a Soledad, a quien definió como una misógina porque cree que todas las mujeres son más felices que ella que se siente en el borde de la exclusión social.
En este punto, ante la pregunta del entrevistador sobre si está sobrevalorada la juventud, respondió que sí, "pero de manera muy rara. Está sobrevalorada la apariencia de juventud", y cree que a los jóvenes no se les cede el paso fácilmente. "Cuando somos jóvenes venimos al mundo con años, un capital que vamos perdiendo cada día. Yo no añoro el futuro, ni ser la que fui. Añoro tener los años, el capital para gastar de la juventud”.
Afirma rotundamente que en el amor nunca se aprende ("siempre se vuelve a la casilla de salida"), y que nos volvemos niños en el despecho. El amor nos convierte en seres patéticos, dijo, y en este punto hizo un inciso para distinguir entre lo que llama "amor pasional", que considera un delirio, un puro invento, y el "amor real", que cree que es heroico ya que consiste en amar 'a pesar de' conocer a la persona.
Afirma rotundamente que en el amor nunca se aprende ("siempre se vuelve a la casilla de salida"), y que nos volvemos niños en el despecho. El amor nos convierte en seres patéticos, dijo, y en este punto hizo un inciso para distinguir entre lo que llama "amor pasional", que considera un delirio, un puro invento, y el "amor real", que cree que es heroico ya que consiste en amar 'a pesar de' conocer a la persona.
Respecto a lo que en la novela llama "escritores malditos", explica que con ello se refiere a las personas que no coinciden con su entorno, con su tiempo; las que desean que se les quiera y, en cambio, provocan risa, las que no soportan la vida.
Como la propia Soledad que, según dijo, es la antítesis de ella misma, Rosa Montero, y es aquí cuando desvela que en un capítulo aparece ella y que una amiga suya es otro de sus personajes, para luego confesar que ella se considera "bastante Peter Pan" .
En su opinión, "lo único que da sentido a la vida es el conocimiento, el arte, la belleza. Sin miedo no hay creación, es el don de los artistas". Y añadió: "no escoges las novelas que escribes: ellas te escogen a ti".
De esta forma puso punto final a la charla.
Termino yo el post diciendo que para esta excepcional mujer, escribir es clavar momentos en el tiempo (usó la metáfora de clavar una mariposa), ya que cree que éste destruye y machaca, y ella escribe para crear "un tiempo quieto".
Y quietamente es como yo considero que hay que digerir todas las profundas reflexiones que nos hizo llegar a todos los que le escuchamos sin apenas pestañear.
Se me olvidaba contar que, al terminar, me acerqué a saludarla y justo es decir que fue amabilísima conmigo, ¡gracias de nuevo por tu gesto, Rosa!
Se me olvidaba contar que, al terminar, me acerqué a saludarla y justo es decir que fue amabilísima conmigo, ¡gracias de nuevo por tu gesto, Rosa!
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