23/05/2017

Mi primer viaje

Hola amigos. Aquí os traigo el post que Eme publicó en su blog respecto a mi primer viaje. 
Una maravilla de composición que abajo os copio y que podéis ver entero en este enlace: http://viajeyfotos.blogspot.com.es/2017/05/mi-primer-viaje-de-chelo-ferrer.html

20.5.17


MI PRIMER VIAJE DE CHELO FERRER


"¡Hola corazones! Seguimos con nuestra sección de viajes hechos con la brújula imantada de tiempo y nostalgia. Esta vez el viaje viene cargado de regalos y de amigos. Para los que no seguís estos viajes comentaros que es una sección abierta a cualquiera que le apetezca participar con crónicas de su primer viaje, esas anécdotas y momentos inolvidables, y esas fotos de antaño. 

MIGUEL PINA   MILANO NEGRO  XUS CLIMENT  JOSEP Mª PANADÉS  y ROSA BERROS  han traído a este blog sus inolvidables viajes de amor, (incluido aniversario de bodas) unos maravillosos paisajes; algunos no faltos de anécdotas y otros "nada saludables". Son geniales, y no me harto de decir que he disfrutado mucho con cada uno de ellos y los que quedan por subir. GRACIAS.


CHELO FERRER  va a ser hoy nuestra viajera. "



"Chelo es una de las primeras seguidoras que tuvo mi blog. Es una compañera entrañable en esta red donde nos hacemos con vidas prestadas; ella es obsequio y sorpresa en este mundo virtual. Lo mismo te regala un escrito, que una película; te dedica un recuerdo o te colecciona momentos. Te hace un regalo con la misma ilusión que desenvuelve el tuyo y, sin dudarlo, si yo tuviera que jugar a comer manzanas con las manos atadas buscaría a Chelo, y ni se me ocurriría columpiarme en inglés con ella jejeje... Aparte de estas bromas, esta vital compañera levantina imprime una inyección de optimismo con todas las entradas que sube a su blog EL BLOG DE CHELO películas y algunas cosas más. ¡No os lo perdáis!"




MI PRIMER VIAJE.

El primer viaje que recuerdo haber hecho es a Madrid con unos 17 años. Fue con mis padres, hermana y hermano (éste era todavía muy pequeño). Mi padre tenía que ir a la capital por razones de trabajo y recuerdo que fue toda una alegría para nosotros que nos preguntara si queríamos acompañarle. Como mi madre era ama de casa y nosotros teníamos vacaciones escolares con motivo de las fiestas de San José (son Fallas en mi tierra), no había problema de ningún tipo.

Y para allí que nos fuimos los cinco. En tren. De esos trenes eternos que, desde la Comunidad Valenciana, hacían el recorrido por Albacete, creo. Pero esto solo nos importó a la hora de volver, porque ya se sabe que en las 'idas' de los viajes la ilusión pesa tanto como el equipaje.
Recuerdo perfectamente el nombre del hotel en que nos alojamos y el nombre de la calle en que estaba situado. ¿Por qué me acuerdo tan bien de estos datos? Porque yo llevaba en mente visitar a una amiga que estaba estudiando allí, en Madrid. Y, claro, esos nombres eran fundamentales en el caso de perderme.
Mis padres confiaron en mí, porque tenía clara la dirección, el bus que debía coger, todo... Todavía no sé ni cómo me atreví a ir yo sola, y lo que es más, cómo llegué a encontrarla, ¡menuda alegría al vernos!
Se me quedó grabado el momento en que, estando yo en el rellano de la escalera, abrió la puerta una chica que resultó ser compañera suya, y lo primero que pensé es que me había equivocado al anotar su dirección. Cuando apareció ella por detrás, la alegría fue inmensa y nos dimos un abrazo.

Con ocasión de esa visita, recuerdo también haber dado la tabarra al recepcionista del hotel preguntándole, como si estuviera en casa: "¿Oiga, me ha llamado alguien?" (no tenía entonces teléfono móvil), y todo porque mi amiga tenía que dejar recado en el hotel de si iba a estar o no en Madrid, para que no hiciera la visita en balde.




El fin de semana, como mi padre ya estaba libre de sus obligaciones laborales, fue muy intenso. Nada más llegar lo que más me llamó la atención fue que las calles eran muuuuuy largas, ya que paseamos por La Castellana y no se acababa nunca. 
En consonancia con esto, la cantidad de coches circulando a todas horas por ellas. Recuerdo, como anécdota, que un día salimos a cenar y al terminar dimos tal paseo que, a la hora de volver, no encontrábamos el hotel de ninguna manera, y por poco llamamos un taxi. Nos llevó a ver El Museo del Prado, el Palacio Real, paseamos por el Parque del Retirola Casa de Campotomamos un "relaxing cup of café con leche" in Plaza Mayor (entonces no se decía así), y también fuimos al Monasterio de San Lorenzo del Escorial.

Esta última visita pasará a los anales de la historia de los viajes de mi familia porque era la primera vez que mis hermanos y yo veíamos nevar. Yo, que ya entonces era aficionada a la fotografía, vi una ocasión única de hacer ¡por fin! fotos en la nieve. Les hice posar ponerse aquí, allá, más allá...Todos diciéndome: "Vengaaa, ya no más, que nos congelamos".

Mi cámara era de esas de carrete de toda la vida y cuando al regresar del viaje lo llevé a revelar, en la tienda me dijeron que lo sentían, que había puesto mal el carrete y estaban todas las fotos superpuestas (-que quede entre nosotros, pero a mí me mosqueaba que no se acabara nunca la posibilidad de seguir disparando fotos-). Luego todos me querían matar, claro, y, ¡cómo no! siempre salen a relucir esas bonitas fotos bajo la nieve que hice del primer viaje a Madrid. 
Y ese es el motivo por el cual este post no tiene testimonio gráfico personal. Bien que lo siento por Eme que, en esta sección y en su blog en general, luce bellísimas fotos de los lugares visitados, tanto por ella como por todos los blogueros que por aquí van pasando.

Muchos años después he vuelto a Madrid: 
-Una primera vez sola (tonta de mí, no quise que nadie me acompañara y luego me arrepentí) a examinarme de unas dificilísimas oposiciones; fue horrorosa la experiencia. Nunca se me olvidará que el recepcionista del lugar en que me alojé, cuando me vio entrar toda pesarosa porque me había salido mal el examen y, encima, me había perdido, me dijo con tono parental: "¡Pero corazón de buena alma, a estas cosas de los exámenes uno ha de venir bien acompañado!".




-Una segunda vez, con amigas, a ver "El fantasma de la Ópera". Recuerdo esa sensación de campar a nuestras anchas por las calles madrileñas como de auténtica libertad.
-Y finalmente, el pasado año en dos felices ocasiones: una con motivo de la presentación de un libro de Pablo Palazuelo, dónde conocí a tres amig@s blogueros (Paloma -alias Kirke Libris-, Francisco Moroz y Juan Carlos Galán) en la que experimenté nervios antes de pisar la capital por lo novedoso que tenía el encuentro en sí. Luego fue una sensación de auténtico y sosegado disfrute de todo (calles, lugares emblemáticos, comida,…) ya que tuvimos una guía de primera, que fue Paloma, y comprobé que casi todo seguía como lo recordaba.
En la otra ocasión, también este pasado año, con motivo de la Feria del Libro. Esta vez nos reunimos ellos tres y otras dos amigas blogueras más (Rosa Berros y Conxita Casamitjana). Esta vez el guía fue Francisco, que antes de nuestra llegada, tomó nota de las casetas que valían la pena de visitar.  La ciudad no me ha dejado indiferente en ninguna de las visitas, más bien al contrario, me ha proporcionado variadas sensaciones pero con un elemento común a todas ellas: SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE me ha dejado con ganas de volver a ella.

Para concluir, diré a Eme que ha sido un honor para mí participar en esta sección. Que sepas que me ha encantado este 'viaje' a tu espacio virtual para dejar constancia de mi primer viaje y, sobre todo, que en él me he sentido como en mi propia casa.

¡Un saludo a todos!.


"¡¡¡ Muchas gracias a ti Chelo!!! Entrañable periplo por el recuerdo; y esos encuentros tan recientes... A uno de ellos no pude ir, y eso que fui la promotora del mismo, bueno otra vez será, hay tantas ocasiones como probabilidades que los encuentros ocurran ¿no lo creéis así? Y ahora cambiamos a otra perspectiva de ese Madrid con una musiquita".





Y hasta aquí las bonitas palabras de Eme y el detalle de pensar en mí, tanto a la hora de escoger esta canción de Keane, como a la hora de añadir corazones a la foto del grupo de blogueros.


18/05/2017

"A enemigo que huye, puente de plata"

     Soy de los que digo en cada momento lo que pienso, sobre todo, cuando estoy entre amigos. Algunas veces hasta se acepta bien. Lo defiendo con fuerza, vehemencia y corriendo el riesgo de estar equivocado, pero siempre con fundamento.
Ahora bien, también confieso que discutir es un arte que no tengo y que la asertividad no es mi fuerte. Y es por esto que me enemisté con Alfonso, con el que no he vuelto a hablar desde aquel día en que, comentando sobre nuestros muchachos, le dije que su Paquito era un zoquete, que todos sus otros hijos serían eminencias pero Paquito, era eso, un zoquete.
Alfonso me empezó a recriminar que quién era yo para juzgarle, gritando y casi fuera de sí. Fue entonces cuando le dije que, además, él era un bravucón.
Me soltó tal clase de improperios que nos fuimos cada uno para su casa sin arreglarlo.

     Como para mi las discusiones son: exponer puntos de vista, contrastar, debatir sin separar y, menos aún, sin poner puntos finales en las relaciones, al cabo de un tiempo creí que habíamos llegado a tal punto de no entendimiento que pensé que le debía disculpas por si en algo me hubiera excedido, así que le escribí una carta que personalmente le eché en el buzón de su casa una mañana cuando salí a comprar pan.
 

     Su respuesta fue el silencio. No solo no contestó mi misiva sino que cuando nos encontrábamos en el bar a la hora de la partida hacía la vista gorda. Yo le pagaba algún día el café pero él jamás me lo agradecía. Su silencio me dolía y pensaba que de nada habían servido mil conversaciones anteriores, ni siquiera ese gesto amable del café que estaba teniendo con él.
 

     Como decía mi primo Anselmo, el del pueblo, "no habiendo muertos de por medio" nada es tan grave como para no aceptar disculpas de alguien que tiene el generoso gesto de solicitarlas. No le estaba pidiendo la hora ni que me prestara un libro, le pedía disculpas por decir lo que pensaba de su hijo y, con ello, le mostraba mi voluntad de solucionar nuestro "encontronazo".
Me humillaba tanto su actitud que, finalmente, le tendí un puente de plata hacia el olvido en mi memoria.
 

     Si es que ya me pasó antes con Andrés, al que le dije que su chico era más torpe que un borrico...
Reto de la Comunidad Escribiendo que es gerundio:

*Con este relato participé (sin éxito) en la Comunidad "Escribiendo que es gerundio"
en la sección "Los refranes de tu vida".


 

11/05/2017

Silencios

A raíz de cosas que me suceden en la vida me ha dado por pensar en las clases de silencios. Al recogerlos y clasificarlos mentalmente, compruebo que todos y cada uno de ellos tienen su valor. 
Aquí os dejo unos cuantos:
-Silencio que me sobrecoge: cuando me quedo sin palabras tras saber que le sucede (o ha sucedido) algo grave a alguien conocido y querido, sea real o virtual.
-Silencio que me acoge: cuando estoy deseando llegar a mi casa y cruzo, por fin, el umbral de la puerta. Me siento ya a salvo de todo.
-Silencio que me incomoda: cuando me encuentro a "ese" vecino que me increpó en una reunión.
-Silencio que me enerva: cuando me someto a algún tipo de prueba o examen, o espero nerviosa su resultado. 
-Silencio que me abriga: cuando entro en una iglesia vacía y, paradójicamente, fría.
-Silencio que me habla: cuando me abrazan o acarician sin hablar. 
-Silencio que me duele: cuando pido sinceras disculpas tras una discusión y no obtengo ni un "sí", ni un "no".
-Silencio que me intriga: cuando recibo alguna llamada telefónica y nadie me responde al otro lado (¿hace falta que reitere aquí que soy curiosa?).
-Silencio que me evade: cuando en verano me sumerjo debajo del agua en la piscina (éste es uno de mis silencios favoritos).
-Silencio que me desvela: cuando me despierto de madrugada y me pongo a pensar y a escuchar el silencio.

04/05/2017

Algo (más) sobre mi madre


Dado que este domingo es el Día de la Madre, os contaré más cosas sobre mi madre (de la que ya hablé con ocasión de este día en este post y en este otro). 
Tenía 22 años cuando nací yo y, como ya he dicho alguna vez (podéis verlo en esta entrada), mi hermana Isabel llegó exactamente 11 meses después. 
A la pobre criatura la consideré una "roba-mamás" porque yo estaba loquita por la mía nuestra.

Aprendió a cocinarle a mi padre con una sola mano porque con el otro brazo me sostenía a mí, hasta que un día, haciendo una tortilla, me salpicó el aceite y nunca más quise acercarme con ella a la cocina. 

Con mi padre (al que adoro) yo no quería ir nunca porque recuerdo que me asustaba el hecho de que me moviera uno de sus pies enfundado en un calcetín negro tratando de jugar conmigo. Era mi hermana la que siempre estaba con él, al igual que con mis tías y abuela que vivían abajo, ¡qué otro remedio tenía la pobre si yo no me separaba de mi madre! (se puede ver hasta en las fotos, yo soy la que está cogida de su mano y la que le coge por el hombro).

En casa siempre me recuerdan que un día me dejó con ellas, tías y abuela, para poder acercarse a una tienda que estaba muy próxima a comprarse concretamente unas medias y que, al volver, desde la misma esquina, vio a todas en la calle haciéndole aspavientos y gestos para que corriera, como si se estuviera quemando la casa, y a mí llorar como si se acabara el mundo. Por lo que dicen, yo creía que mi mamá no iba a volver (por lo que cuentan escuché aquello de que se "escapaba" un momento).

A mi h
ermana le cantaba esta canción de Antonio Machín: "Isabel, eres la flor más perfumada que hay sembrada en el jardín de mis amores" y como Machín no cantaba ninguna con mi nombre, se inventó que escribió para mí esa suya que dice: "Mira que eres linda, qué preciosa eres.Verdad que en mi vida no he visto muñeca más linda que tú ".

Precisamente, tanto mi hermana como yo éramos mucho de jugar con muñecas, pero cuando teníamos alguna riña (porque ella tenía la singular costumbre de cortar el pelo a las mías) me decía una cosa terrible para mí, siendo niña como era: "tienes la nariz aguileeeña". Y me cogía cada berrinche...Supongo que de aquellos barros vienen estos lodos.
Un buen día mi madre acabó con estas trifulcas preguntándome: "¿A ti te gusta la nariz de mamá?" y, al decirle yo que sí (¡cómo no!), añadió: "Pues tú la tienes igualita"
Nunca más lloré (por eso en concreto, quiero decir). Y que conste que no tengo la nariz 'aguileña', pero tampoco tan bonita como la de mi madre, las cosas como son.

Cuando me independicé vino conmigo a todas partes, con una paciencia infinita, ayudándome en la tarea de amueblar el piso en el que vivo y, hoy en día, es la persona cuya compañía más me agrada, tanto para ir de compras, como para tomarme un café con una pasta.

Porq
ue si hay alguna persona hecha de buena pasta, ésa es mi madre, la que cocinaba conmigo en brazos, la que me dijo que mi nariz de niña era como la suya y la que se inventó que Machín escribió una canción solo para mí.