29/01/2019

"Tres corazones"




Película de Benoît Jacquot, del año 2014, con una duración de 106 minutos y que se desarrolla entre las calles de París y un pueblo del suburbio.
Fue seleccionada para competir para el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 2014.

Los protagonistas son: Benoît Poelvoorde, uno de los actores más prolíficos del cine europeo (Marc), Charlotte Gainsbourg (Sylvie), Chiara Mastroianni (Sophie), Catherine Deneuve (Madame Berger, madre de Sylvie y Sophie).

Lo cierto es que se podría calificar de thriller sentimental, ya que nos encontramos ante una encrucijada amorosa entre un hombre y dos hermanas. 
He leído (lo que quiere decir que no es cosecha mía pero que como me ha gustado os lo transmito) que la palabra "coeur" (=corazón en francés) del título tiene dos letras unidas: la o y la e, separadas a su vez del número 3 por una C: la de Charlotte (Gainsbourg), también de Chiara (Mastroianni), pero sobre todo de Catherine (Deneuve) en el papel de su Madame Berger, de la que puedo decir que que no se le pasa ni una pero que interviene poco.

Sophie, Madame Berger y Sophie
Marc
Centrándonos ya en el argumento diré que Marc es un auditor fiscal, un hombre solitario y gris que se declara mujeriego y que, casualmente, una noche paseando después de perder un tren conoce a Sylvie, un alma libre, casada pero no enamorada de su marido. 
Marc y Sylvie
"Esto parece un pueblo fantasma", dice Marc
"Así es la provincia" replica Sylvie, un tanto inestable pero divertida cuando se lo encuentra. 
No pasa nada entre ellos pero se sienten atraídos y antes de despedirse acuerdan una cita para en una semana verse en el Jardín de las Tullerías. 
Marc no puede acudir a la cita por culpa de un infarto que sufre, lo que le provoca la pérdida absoluta del contacto con esa chica de la que no llega a saber ni el nombre pero a la que no olvida.
Por otra parte, Sophie, hermana de Sylvie, es una mujer dependiente, apacible y algo frágil. Adora a su hermana, a la que considera la persona más importante de su vida, pero qué casualidad que también conocerá al auditor por circunstancias un tanto rocambolescas ya que éste la ayudará a resolver un problema fiscal que tiene en su empresa (un local de antigüedades que, por cierto, lleva junta a su hermana). 
El caso es que Marc y Sophie se enamoran, se casan y tienen un hijo.
Sophie y Marc

Pero Marc tiene el corazón partido entre su esposa y aquella chica a la que no puede olvidar y que, ante lo que supuso un desplante, se marcha a vivir a Estados Unidos con su marido. 
Tardará en descubrir que está casado con su hermana a través de una buenísima escena en la que las dos hablan por Skype y él reconoce la voz de Sylvie a través del ordenador. Es a partir de aquí cuando le entra el pánico (le da miedo hasta asomarse a la pantalla del ordenador) y no sabe cómo actuar. 

Marc experimenta con una la pasión, esa que imagina y que es volátil, y con la otra el cariño matrimonial, el amor de una relación estable y duradera. Se crea, pues, una situación muy complicada porque, además, él tiene miedo a estar solo a los cuarenta y tantos.

Lo que complementa la historia es, por una parte, una voz en off que cuenta lo que va pasando y, por otra, una música de fondo (compuesta por el francés Bruno Coulais) que crea cierto nerviosismo remarcando las situaciones más "amenazantes" (por llamarlas de alguna manera).

Las dos hermanas, Sophie y Sylvie
La cuestión que se plantea es: ¿Por qué elegimos querer a una persona y a otra no?

No seré yo quien dé la respuesta ni mucho menos la que cuente con quién se queda Marc, pero está claro que se ve en esa obligación de elegir y de decidir, esa que nos asalta a cada instante en la vida, que puede llegar a crear ansiedad y en la que muchas veces influye la casualidad.


19/01/2019

"El matrimonio amateur", de Anne Tyler

Hola amigos, por fin vuelvo después de haberme despedido a la francesa en diciembre y (para más inri) sin haber respondido a los comentarios de mi último post, fallo que enmendé ayer y que espero que perdonéis. 
En este tiempo no he parado, pero hay algo que no he dejado de hacer: leer. Me cunde poco porque tan solo encuentro el momento al final del día.
Esta novela la recomendaría, por eso aquí os dejo la reseña.


La autora, Anne Tyler, nació en Mineápolis (estado de Minnesota) en 1941. Hija de un químico y una ama de casa, y siendo la mayor de cuatro hermanos, se crió en una comunidad cuáquera (-los cuáqueros son un movimiento religioso que tuvo gran influencia en la abolición de la esclavitud-) en Carolina del Norte.
Se especializó en Filología rusa y, aunque lleva escribiendo desde que tenía siete años, fue el escritor Reynolds Price quien la ayudaría a iniciar su carrera de escritora, desarrollando la mayoría de sus novelas en Baltimore, su lugar de residencia.
Es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, y famosa por no realizar apariciones públicas ni conceder entrevistas en persona, ya que considera que éstas sólo sirven para interrumpir su trabajo, la escritura. 

Anne Tyler
Sin embargo, en marzo de 2013 ofreció una entrevista a EL PAÍS en la que dijo cosas tan curiosas como:
-Que los aspavientos no forman parte de su vocabulario literario ni vital.
-Que la ficción se conforma de "retazos de la vida ordinaria, de conversaciones banales, aparentemente intrascendentes, que dan sentido a lo extraordinario de estar vivo"
Por lo que yo he podido comprobar en su novela, prefiere centrarse en la crónica de lo cotidiano, describiendo relaciones interfamiliares de manera detallada y absorbente.
-Que no tenía intención de ser escritora, aunque siempre tuvo debilidad por las historias realistas, que aún lee y disfruta con pasión ("como si comiera chocolate").  
-Que nunca había hablado por teléfono hasta que salió de la comunidad cuáquera en la que se crió.
-Que le gusta trabajar por las mañanas los días laborables después de dar un paseo.  Escribe a mano, pasa el texto a ordenador y se graba leyendo. "Tardo un mes en sentarme delante de la página en blanco. Durante ese tiempo, tomo apuntes, escribo ideas… Transcurrido ese tiempo, me pongo a escribir".
-Que colgado en la pared conserva un poema que "trata sobre irse a dormir", pero a ella le sirve para recordarle que debe poner la mente en blanco para que llegue algo que no se atreve a llamar inspiración.
"En la escritura tienes que permitirte ser un plato vacío, listo para ser llenado", asegura.  Siente que hay algo adictivo en todo esto y ni puede ni piensa renunciar a ello.
-Cree que es más duro ser hombre porque un narrador masculino está más constreñido. Las mujeres pueden hablar de cómo se sienten.
-"Si me dicen lo que piensan mis lectores, aunque sea positivo, me perturba", asegura. Jamás lee las críticas. Y añade que al día siguiente de la entrevista "fingirá que no ha ocurrido”.

A mí, que me gusta sa
ber mucho de la persona que ha escrito lo que estoy leyendo, me ha fascinado la figura de esta mujer que también fue entrevistada por ABC Cultural cuando contaba con 75 años. 
En esta ocasión afirmó: "Cada escritor decide si usa, o no, su vida personal. En mi caso, la única razón por la que escribo novelas es porque quiero vivir diferentes vidas. Nunca escribo de forma autobiográfica… ¡Es muy aburrido! Las familias son el único grupo social en el que, pase lo que pase, tienes que mantenerte unido (...) es fascinante ese ejercicio, cómo se adaptan unos miembros a otros. Por eso me atraen tanto las familias", llegando a decir: "Yo quiero morir antes de llegar a olvidar mis recuerdos".

Centrándonos ya en la novela, la propia Anne Tyler dice en la sinopsis que en ella "explora con agudeza, humor y ternura los hilos que sostienen a una pareja incompatible y las consecuencias de su unión a lo largo de tres generaciones".

Los protagonistas son Pauline y Michael, que se conocen tras el bombardeo de Pearl Harbour en un barrio polaco de Baltimore. Ella es de carácter impulsivo y pasional, y él de carácter impasible y práctico. Se casan jóvenes, sin apenas conocerse, y pronto se encuentran con tres hijos a su cargo, llevando a cuestas durante toda su vida la duda de si esa persona que tienen al lado es realmente la adecuada.
Son, pues, una pareja en perpetuo estado de contradicción, queriendo la autora demostrar la infelicidad que produce el estar pensando constantemente que uno merece algo mejor, que la vida no vivida siempre es preferible a la que se está viviendo, la conveniencia de algunas decisiones, así como la fascinación por lo lejano y lo "inconcreto".

Entre capítulo y capítulo transcurren años, más de cincuenta, en los que pasan de la euforia inicial que los unió a la apatía existencial que los separa, aguantándose muchas cosas y no haciendo nada por superarlas. 
Da la sensación de que se dejan llevar por hechos aparentemente casuales y es tal la distancia entre ellos que se acaban sintiendo como dos extraños. Ello les deja una huella indeleble como se puede comprobar al final de la novela, huella no exenta de cierta nostalgia en mi opinión.