"La suma de los días, penas y alegrías compartidas, ya eran nuestro destino".
Con esta frase, que engloba el título de la novela, acaba Isabel Allende una historia sobre su vida y la de su particular familia en California.
En ella se abre 'en canal' como:
-Madre de Paula, fallecida de la enfermedad porfiria a los 28 años de edad y cuyas cenizas se encuentran en un bosque de secuoyas, y que todos llaman "El bosque de Paula" porque creen que su espíritu permanece allí.
Isabel habla con desgarro de una negligencia médica y de un corte de electricidad que afectó a la máquina de oxígeno de Paula, confesando que lo último que le dijo antes de caer en coma fue que andaba buscando a Dios y no lo encontraba.
Ella rogó morir en vez de Paula, hasta el punto de enfermar, pero entendió que morir es muy difícil y, tiempo después de su partida, aún supone que el dolor acumulado durante el largo año de su agonía, está "agazapado en la casa". La tristeza nunca se va del todo, "se queda bajo la piel", dice.
-Madre de Nico, su tímido varón con el que mantiene una estrecha complicidad, no exenta de altos y bajos por intentar conservar amistad con su primera mujer, Celia. No sabían manejar la situación hasta que, un buen día, mediante el diálogo, consiguieron superarlo. Con ambos, Paula y Nico, salió de Chile durante la dictadura militar en la década de los setenta.
-Abuela de un montón de nietos, afirmando que cada día que pasaba sin verlos "era un día fúnebre".
-Esposa de Willie Gordon con quien está casada en segundas nupcias. Dice que este abogado le transmite seguridad, tranquilidad y ternura, que percibe su presencia como el aire que se siente, que con él alcanzó el estado de 'perfecta invisibilidad' que da la convivencia y con quien anduvo -en palabras suyas- "un camino largo y abrupto, tropezando, cayendo, volviendo a levantarse juntos, pero sin traicionarse jamás". Afirma querererle, día a día, sin cuestionar qué clase de amor es ni cómo concluirá porque hasta en las peleas que han tenido le trató con nobleza.
Él, por su parte, dice que ella era su alma, que la había esperado y buscado durante los primeros cincuenta años de su vida.
-Amiga de Tabra y Pía. La primera lo fue desde el momento de llegar a California; con la segunda considera que tiene una amistad "de la claridad del diamante".
-Suegra de Ernesto, el que fuera marido de su hija, con el que sigue manteniendo un exquisito trato, así como con su nueva esposa, Giulia, que tuvo la inteligencia de "adoptar" a Paula como amiga en vez de competir con su recuerdo.
-Suegra de Lori, segunda mujer de su hijo Nico, por la que siente verdadera adoración, pues tras intentar Lori infructuosamente tener hijos, decide arrancarse de raíz la ansiedad de ser madre para poder seguir viviendo con su marido, ejerciendo de madre 'postiza' (como ella dice) de los hijos de él.
-También aparece Isabel como la hija que está pendiente de su madre y de su pareja, el tío Ramón (ambos viviendo los descuentos, en palabras suyas). Cuenta que escribía a su madre cartas a mano en los aviones para contarle sus aventuras si bien, al leer las cartas una década más tarde, parece como si todo le hubiera ocurrido a otra persona.
En definitiva, Isabel Allende se nos revela como la consagrada escritora que es, contando alguno de sus rituales a la hora de escribir un libro y calificando esta aventura de "grave, tanto como enamorarse, un impulso alocado que exige dedicación fanática".
-Madre de Paula, fallecida de la enfermedad porfiria a los 28 años de edad y cuyas cenizas se encuentran en un bosque de secuoyas, y que todos llaman "El bosque de Paula" porque creen que su espíritu permanece allí.
Isabel habla con desgarro de una negligencia médica y de un corte de electricidad que afectó a la máquina de oxígeno de Paula, confesando que lo último que le dijo antes de caer en coma fue que andaba buscando a Dios y no lo encontraba.
Ella rogó morir en vez de Paula, hasta el punto de enfermar, pero entendió que morir es muy difícil y, tiempo después de su partida, aún supone que el dolor acumulado durante el largo año de su agonía, está "agazapado en la casa". La tristeza nunca se va del todo, "se queda bajo la piel", dice.
-Madre de Nico, su tímido varón con el que mantiene una estrecha complicidad, no exenta de altos y bajos por intentar conservar amistad con su primera mujer, Celia. No sabían manejar la situación hasta que, un buen día, mediante el diálogo, consiguieron superarlo. Con ambos, Paula y Nico, salió de Chile durante la dictadura militar en la década de los setenta.
-Abuela de un montón de nietos, afirmando que cada día que pasaba sin verlos "era un día fúnebre".
-Esposa de Willie Gordon con quien está casada en segundas nupcias. Dice que este abogado le transmite seguridad, tranquilidad y ternura, que percibe su presencia como el aire que se siente, que con él alcanzó el estado de 'perfecta invisibilidad' que da la convivencia y con quien anduvo -en palabras suyas- "un camino largo y abrupto, tropezando, cayendo, volviendo a levantarse juntos, pero sin traicionarse jamás". Afirma querererle, día a día, sin cuestionar qué clase de amor es ni cómo concluirá porque hasta en las peleas que han tenido le trató con nobleza.
Él, por su parte, dice que ella era su alma, que la había esperado y buscado durante los primeros cincuenta años de su vida.
-Amiga de Tabra y Pía. La primera lo fue desde el momento de llegar a California; con la segunda considera que tiene una amistad "de la claridad del diamante".
-Suegra de Ernesto, el que fuera marido de su hija, con el que sigue manteniendo un exquisito trato, así como con su nueva esposa, Giulia, que tuvo la inteligencia de "adoptar" a Paula como amiga en vez de competir con su recuerdo.
-Suegra de Lori, segunda mujer de su hijo Nico, por la que siente verdadera adoración, pues tras intentar Lori infructuosamente tener hijos, decide arrancarse de raíz la ansiedad de ser madre para poder seguir viviendo con su marido, ejerciendo de madre 'postiza' (como ella dice) de los hijos de él.
-También aparece Isabel como la hija que está pendiente de su madre y de su pareja, el tío Ramón (ambos viviendo los descuentos, en palabras suyas). Cuenta que escribía a su madre cartas a mano en los aviones para contarle sus aventuras si bien, al leer las cartas una década más tarde, parece como si todo le hubiera ocurrido a otra persona.
En definitiva, Isabel Allende se nos revela como la consagrada escritora que es, contando alguno de sus rituales a la hora de escribir un libro y calificando esta aventura de "grave, tanto como enamorarse, un impulso alocado que exige dedicación fanática".
Como he empezado diciendo, se abre en canal de la misma forma en que abierta está su casa a todas esas personas y a algunas más, a las que describe en el libro situándolas en el contexto y momento oportunos, y narrando divertidas anécdotas y confidencias que les conciernen.
Yo no he leído "Paula" ni "La Casa de los Espíritus", pero se trata de la familia de la que ya habló en estos libros y ello no ha sido impedimento para que disfrutara de esta lectura.
A medida que avanza la novela vamos descubriendo a la autora como una mujer independiente, imaginativa, dominante, valiente, generosa, exigente consigo misma (llega a decir que a su lado "siempre hay un invisible e implacable capataz, látigo en mano, criticándola y dándole órdenes"), preocupada por todos dado su miedo a perderlos tras lo sucedido con Paula.
Mujer dotada de un afán de protección extraordinario y un inconmensurable deseo de mantenerlos unidos, incluso a aquéllos que ya tienen sus vidas rehechas.
Todos forman lo que ella llama, su “tribu”: personas allegadas con ideologías y costumbres distintas, entre los cuales aparecen situaciones variopintas (homosexualidad, drogadicción, infidelidad y divorcios), y en la que todos ocupan su lugar, siendo ella la "matriarca".
A medida que avanza la novela vamos descubriendo a la autora como una mujer independiente, imaginativa, dominante, valiente, generosa, exigente consigo misma (llega a decir que a su lado "siempre hay un invisible e implacable capataz, látigo en mano, criticándola y dándole órdenes"), preocupada por todos dado su miedo a perderlos tras lo sucedido con Paula.
Mujer dotada de un afán de protección extraordinario y un inconmensurable deseo de mantenerlos unidos, incluso a aquéllos que ya tienen sus vidas rehechas.
Todos forman lo que ella llama, su “tribu”: personas allegadas con ideologías y costumbres distintas, entre los cuales aparecen situaciones variopintas (homosexualidad, drogadicción, infidelidad y divorcios), y en la que todos ocupan su lugar, siendo ella la "matriarca".
En esta novela, que se podría considerar más bien una larga carta relatada en segunda persona, le va contando a su hija Paula, lo que les ha ido sucediendo a todos y cada uno de ellos desde que ella murió.
Como ella misma dice "sigue arando el suelo duro de los recuerdos para escribir esta memoria", pero también sabe hacer gala de un ocurrente sentido del humor, sobre todo respecto a ella misma.
A propósito de ello, cuenta como Paula se reía de ella porque las mujeres bonitas de sus libros morían siempre antes de la página sesenta, y su hija le decía que era por pura envidia, a lo que ella le daba la razón pues cree que las mujeres demasiado bellas tienen la "ruta pavimentada por el deseo de los hombres".
Como ella misma dice "sigue arando el suelo duro de los recuerdos para escribir esta memoria", pero también sabe hacer gala de un ocurrente sentido del humor, sobre todo respecto a ella misma.
A propósito de ello, cuenta como Paula se reía de ella porque las mujeres bonitas de sus libros morían siempre antes de la página sesenta, y su hija le decía que era por pura envidia, a lo que ella le daba la razón pues cree que las mujeres demasiado bellas tienen la "ruta pavimentada por el deseo de los hombres".
Afirma haber mandado el manuscrito a quienes aparecen mencionados por si querían revisar lo escrito, y todos (excepto una o dos personas) dieron su visto bueno.
Uno de los pasajes que más me gustó es aquel en el que cuenta cómo fue seleccionada para representar a América Latina en los Juegos Olímpicos de Invierno del 2006, lo que le permitió trabar relación con personajes de la talla de Sofía Loren, de la que me llamó la atención un secreto que tiene y que rememora en el libro: mantener una buena postura y "no hacer ruídos de vieja", entre otros: "nada de quejarse, gruñir, toser, resoplar, hablar sola...".
También me resultó interesante la alusión que hace a una mujer que conoció, Wangari Maathai, que trabaja con otras mujeres en aldeas africanas y que ha plantado más de treinta millones de árboles, ¡treinta millones! Se dice pronto...
-"Dar hasta que duela",
-"La urgencia es inseparable del amor",
-"No hacer daño jamás y hacer el bien cuando se pueda",
-"Los demás tienen más miedo que tú" (-que se repite cuando se enfrenta a algún asunto que le parece temible-),
-"Todas las vidas pueden contarse como una novela"
son para mí suficiente aval para comprobar el talante de Isabel Allende, para quien todo es personal, pues se confiesa responsable de los sentimientos ajenos.
Cree que, a veces, es mas difícil mostrar afecto que rencor, opina
que la alegría es sospechosa, que no hay nada más aburrido que escuchar
sueños ajenos (por eso los psicólogos cobran caro, dice) y que la vida no es
una foto en que uno ordena las cosas para que se vean bien, sino un "proceso desordenado, rápido y lleno de imprevistos", y al final resulta que sólo hemos vivido aquéllo que podemos evocar.
Y estoy completamente de acuerdo con esta, para mí, genial escritora. Puede que me haya quedado un post largo, pero me parecían importantes todos los mensajes que ella ha querido transmitir en esta novela.