Noelia Lorenzo Pino nació en Irún en 1978, estudió Formación Profesional y es profesora de corte y confección.
Aunque su carrera profesional está ligada al mundo de la moda en el que trabajó desde los 17 años (-en 2006 abrió su propia empresa de moda con su hermana, que la crisis le obligó a cerrar en 2010-), desde pequeña descubrió su pasión por la escritura (-en particular, por la novela negra-), por lo que, paralelamente, ha dedicado parte de su tiempo a escribir y siempre con muy buenos
resultados. Ya con 18 años escribió su primera guión de teatro.
He leído sobre ella que la calle es su mejor fuente de inspiración, que no tiene teléfono móvil, que le encanta la libertad y la privacidad, además de confesarse "adicta a la novela negra y muy cinéfila", y que ha llegado a llorar al "cargarse" a alguno de sus personajes.
He leído sobre ella que la calle es su mejor fuente de inspiración, que no tiene teléfono móvil, que le encanta la libertad y la privacidad, además de confesarse "adicta a la novela negra y muy cinéfila", y que ha llegado a llorar al "cargarse" a alguno de sus personajes.
Según ella, "es muy importante que una novela tenga alma. Profundizo en cada uno de ellos y así el lector puede empatizar fácilmente".
En 2013 publicó su primera novela, "Chamusquina", y en 2015, "La sirena roja",
en la que aparecen los agentes de la Ertzaintza Eider Chassereau y
Jon Ander Macua (-afirma que le gustaría que este último personaje lo interpretara algún día Javier Bardem, caso de llevarse al cine-).
Pues bien, ambos son unos investigadores que vuelven a salir en esta novela que nada tiene que ver con las anteriores.
La relación entre ellos dos, hombre y mujer, a mí es la más interés me ha suscitado. La definiría como una mezcla de camaradería, amistad, complicidad, afecto, empatía, e incluso amor entendido en el amplio sentido de la palabra. Son dos personas que se entienden sin palabras, que se preocupan por el otro sin preguntarse y que se hacen fácil la vida sin esforzarse.
Más de una vez he dicho que la novela negra no figura entre mis géneros literarios favoritos; sin embargo, esta novela me tuvo en vilo hasta el final. Para ser sincera, en las primeras páginas me pareció estar ante un género juvenil, pero en ningún caso es así. Me ha tenido enganchada de principio a fin.
Del argumento tan solo diré que, con catorce años de diferencia, se suceden los crímenes de dos chicas y son los susodichos agentes (Eider y Jon Ander) los que acaban resolviendo los casos y dando con los culpables. Son ellos los que saben encajar las piezas de un gran puzzle por lo sospechoso que les resultan algunas semejanzas entre los sucesos y porque hay personas comunes en los entornos más cercanos de ambas desaparecidas.
Es tal el entramado de personajes y tan reales las situaciones que se plantean que llegas a sentir una pequeña punzada con cada palo que reciben y un pequeño respiro con cada buena nueva que les llega.
Todo ello narrado de una forma impecable y con la pertinente dosis de tensión que da credibilidad a la historia.
Acabaré con palabras de la propia autora: "hay que leer mucho, dejar volar la imaginación, sentir cada capítulo, echarle muchas horas y tener autocrítica", así como con una frase de Benedetti que resumiría muy bien el núcleo principal de la novela: