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Dark, de joven |
Esta tarde ha muerto Dark, el perro bretón que véis y que nada tenía que envidiar a los dálmatas. Lo habíamos tenido en la familia durante 16 años y como dato curioso diré que tenía la misma edad que mi sobrina Cristina, hija de mi hermana.
Dark estaba mayor, muy mayor para ser un perro, pero os puedo asegurar que ha vivido todos estos años a cuerpo de rey. Mi padre y mi hermano eran sus 'amos' y ellos se ocupaban de sus vacunas y de mantenerlo limpio siempre. Mi madre, en cambio, le hacía la comida, a su gusto, como si de una persona se tratara.
Vivía en un patio que mis padres tienen debajo de casa, en una casita entre árboles y los cantos de los canarios que mi padre, aún hoy, cría como hobby.
Se nos escapó dos veces de casa. La primera, cuando todavía era jovenzuelo y tenía más garra; se ve que quería aprender y fue a parar a un colegio, desde donde llamaron a casa al cabo de dos días de su desaparición, gracias a que en su plaquita (donde venía su chip) agregamos el número de teléfono. En esos dos días toda la familia hicimos una 'batida' y lo buscamos como locos por todas partes.
La segunda vez que se escapó aprovechó los, cada vez menores, reflejos de mi padre al guardar el coche en ese mismo patio.
Esta vez, como estaba más viejecito, se desorientó por el centro del pueblo y fue a parar a una boutique, en la que entró aprovechando que tenían la puerta abierta, metiéndose detrás del mostrador. Las amables chicas que la regentaban nos llamaron en seguida.
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Dark, en agosto de 2015 |
Entonces creí que ya no tendríamos tanta suerte de recuperarlo y me angustié mucho hasta que apareció porque pensaba que ya no sería capaz de buscarse la vida como la vez primera.
En este punto os he de decir que yo le quería a mi manera. Le llamaba "Da-ark", con cancioncilla; le daba galletas cada dos por tres, caricias en la cabecita, y si me sobraba algún bocata siempre siempre pensaba en llevárselo. Él, en cambio, siempre salía cariñoso a recibirme cuando voy a diario a casa de mis padres.
Estos días atrás no quería comer, cosa que a mi padre le preocupaba y que le hacía presentir su inminente final. Y ha sido justo esta tarde cuando he recibido una llamada de mi hermano que estaba buscando un veterinario de guardia porque el pobrecillo estaba mal.
Me he ido corriendo inmediatamente y lo encontré tendido en medio del patio, le costaba muchísimo respirar. He permanecido una hora agachada a su lado, llorando y acariciándolo.
Yo no tengo ni idea de si los animales lloran, sé poco sobre ellos, pero os puedo jurar que de sus ojos caían lágrimas que yo le secaba, mientras que las que se deslizaban de mi cara caían sobre él.
La veterinaria ha tardado eso, una hora, y cuando ha venido ha pensado que lo mejor era ponerle directamente una inyección llamada "eutanásica", nada de hacerle padecer más poniéndole un sedante o algo parecido.
Había que moverlo de sitio porque no había mucha luz donde estaba, y lo hemos cogido entre ella, mi hermano y yo.
Mi padre, el pobre, no podía ni mirar, pues es al que más compañía le ha hecho durante su larga vida. Mi madre permanecía en segunda fila llorando también. Mi hermano no hablaba. Y yo, que en la vida me hubiera visto en esas circunstancias, le he aguantado la cabeza y la patita en la que había que ponerle la inyección.
Y así se nos ha ido Dark. Si yo, que sé que no deja de ser un animalito, me siento así, me pregunto ¿cómo hace la gente para seguir viviendo cuando se les muere un padre, una madre, un hermano, una pareja...? ¿cómo se quita uno la pena? ¿es que se llega a ir esa pena?
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Dark en 1999, en brazos de mi sobrino. |
Escribo esto en su memoria y confieso que también a modo de desahogo, a ver si me quito la congoja que tengo porque no puedo parar de llorar desde que pasó.
Como el perro bueno y fiel que ha sido para todos, se merece que hable de él.
Te quiero Darkito.